HAY QUE SEGUIR

Las derrotas son dolorosas, algunas de ellas cruelmente dolorosas; particularmente cuando ocurren sorpresivamente y ahogan el grito de júbilo que se gestaba en la garganta. Entonces sentimos en el estómago la punzada de la estocada que no vimos venir, se nos arruga el corazón; hay frío en las manos y en el alma, el rostro lívido, y los sollozos que desarreglan la respiración.

En tiempos bíblicos, los derrotados se arrancaban barbas y cabellos, rasgaban las túnicas, ponían ceniza en la cabeza y gemían a grandes voces; al parecer esa era una manera muy eficaz para dejar atrás los rigores del fracaso. Hoy somos menos histriónicos, quizás es por ello que frente a la derrota, algunos escogen el falso refugio de la negación, mientras otros se sumergen en las oscuras aguas de la depresión. También hay quienes desarrollan conductas autodestructivas.

Esta última actitud parece ser la adoptada por la oposición venezolana después del 15 de octubre. El desconcierto ante un resultado no esperado, desató a los demonios de las recriminaciones mutuas que terminaron provocando la implosión final de la MUD.

En ese estado caótico, 4 gobernadores se juramentaron ante la ANC espuria y 1 no lo hizo. Luego, tres de los más importantes partidos decidieron no presentarse en las elecciones de alcaldes, mientras sus militantes desacataban esa línea política. Hoy todo es confusión e incertidumbre y muchos piensan que no es posible salir de este gobierno inepto y criminal.

Sin embargo, si levantamos la mirada, nos daremos cuenta de que estamos pasando por un momento anímico similar al de las derrotas sufridas en el revocatorio del 2004 y en las presidenciales de 2013. En ambos casos fuimos capaces de recomponer nuestras fuerzas y seguir avanzando.

Vistas así las cosas, pareciera que un Dios olímpico iracundo se hubiera ensañado en contra de los venezolanos sometiéndonos al mismo castigo con el que condenaron a Sísifo. Imitando la conducta de ese tenaz personaje, en este momento ya muchos venezolanos hemos recomenzado a empujar la pesada piedra de cara a las elecciones de alcaldes. Nuestra terca constancia y los pies de barro del falso dios que nos oprime, terminarán por abrir cauce a una nueva Venezuela.

Acerca de Manuel Narvaez

Margariteño, economista.
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